sábado, 16 de agosto de 2008

Al ex subsecretario de cultura de Corrientes, Norberto Lischinsky

Por el escritor Alejandro Mauriño.

La desaparición de un amigo nos deja desolados y perplejos, como si no supiéramos que la muerte existe y golpea a cada momento. Más todavía cuando quien nos deja apenas sumaba 55 años y era un referente cultural de quien se esperaba mucho más de lo que ya había dado a su comunidad de adopción, Corrientes, como escritor y funcionario.

Se fue Norberto Lischinsky, un entrerriano de Concordia que se asentó en nuestra ciudad desde hace unas tres décadas y se transformó (además de destacado y dinámico comerciante) en un personaje a quien la cultura provincial le quedará debiendo mucho, tras su gestión como Subsecretario de Cultura durante la gobernación de Ricardo Colombi.
Gracias al presupuesto logrado, más su entusiasmo y clara visión en el tema, fueron refaccionados profundamente todos los museos oficiales, embellecido y aggiornado el magnífico teatro Juan de Vera, potenciados todos los circuitos culturales (ligados continuamente con el turismo), impulsada y beneficiada de manera fundamental la sacrificada acción de las bibliotecas populares, agrandado y profesionalizado el Festival Nacional del Chamamé, incentivada la actividad literaria a través de concursos provinciales de clara y efectiva premiación para hacer avanzar a nuestras siempre olvidadas letras, materializadas numerosas muestras en las artes plásticas, concretados abundantes encuentros artísticos para los más jóvenes, beneficiada la música folkórica, la actividad teatral, el ballet, el cine y, en fin, todo lo que suma positivamente en la materia.

Tuvo el tino necesario como para hacer "un antes y un después", con su gestión, en la cultura de Corrientes. Su estilo personalísimo, más cercano al de un ejecutivo de una empresa privada que al perfil anodino que uno imagina para un funcionario de la administración pública, le permitió llevar adelante una tarea muy dura y plena de obstáculos, así como, en repetidas ocasiones, chocar con quienes lo rodeaban o secundaban. No era fácil su carácter, aunque siempre tuvo la habilidad necesaria como para arreglar todo tipo de entuertos y culminar eventuales diferencias con una humorada y la consiguiente sonrisa.

Conversé con él telefónicamente a fines de junio, cuando me dio la fraternal sorpresa de llamar a mi casa con motivo de mi cumpleaños. Durante algunos minutos hablamos de todo un poco, pero en ningún momento dejó traslucir la severa enfermedad que lo aquejaba y que finalmente, tras una operación quirúrgica, lo llevó a la muerte

Como escritor, me atrevo a pensar que fue uno de los mejores narradores de Corrientes, aunque su producción édita se limite a dos libros ("Antimocitos", 1986, y "La señorita Clara", 1990, ambos colecciones de cuentos), más uno, anterior, de poesía y otros que aún aguardan ser dados a la imprenta.

Su obra lírica está circunscripta a un poemario de juventud, titulado "Blues del hombre solo" (circa 1980) y firmado con el seudónimo Ionatán Barzel. De este valioso y hoy inhallable libro extraigo algunos versos:


"Si tuviera que morir

si el camino no perdona

si la esquirla, al fin, me alcanza

pediría que me tiendan

con el cielo de un domingo

en las sombras de los sauces

ver la arena humedecida

por las ondas de mi río".

Y agregaba luego aquel joven Norberto, con la sencillez del que sabe que la muerte nos aguarda con seguridad, pero ella está muy lejos aún: "Mínima exigencia / táctica y peatona / de morir tranquilo".

Un poema de título curioso altera mi lectura: "Utopías de agosto", el mismo mes que se llevaría su vida. Y dos cuartetas en donde, con sabiduría, nos recuerda que uno puede hacer cualquier cosa, pero siempre sabiendo el por
qué:

Déjate el pelo, Mengo / lee tu libro, hermana / escribe un cuento, Norberto / mejor si sabes por qué. / Siembra tu tierra, loco / cría las cuerdas, Luigi / vida y muerte en cien años / mejor si sabes por qué.

Hasta allí la mención a su libro de poesía, que desde aquí atesoro con mayor afecto. Porque ahora, cuando todas las palabras son vanas y nos queda el acre sabor de que ya no podremos recomponer viejas heridas, de que ya no existen proyectos comunes para el futuro, de que ya todo lo atinente a él sólo fue, en la criba del destino quedará para todos un gran recuerdo de este personaje de Corrientes que en vida se llamó Norberto Lischinsky.

Con profunda tristeza brindo por su existencia, sabiendo que la última parte de su vida se extenderá por mucho tiempo mas, como decía hace dos mil años el gran Séneca: "Todo hombre muere tres veces: antes de nacer, porque no existe; cuando cierra sus ojos definitivamente; y cuando muere el último hombre que lo recuerda".


Alejandro Mauriño
Escritor
Ex Subsecretario de Cultura
de la provincia de Corrientes

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